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El recogepelotas que se convirtió en leyenda

Written By J. Julián Fernández S. on lunes, 30 de abril de 2012 | 14:46


Barcelona, primera mitad de la década de los ochenta. Mientras los Maradona, Migueli, Schuster, Lobo Carrasco, Víctor Muñoz, Marcos Alonso, Alexanko y compañía brillaban vestidos de azulgranas sobre el césped del Camp Nou, un pequeño recogepelotas que ni siquiera pertenecía todavía a las categorías inferiores de la entidad soñaba con emular a sus ídolos en el coliseo de la Ciudad Condal. Su nombre: Josep Guardiola Sala; su historia, la de un camino plagado de éxitos desde el anonimato hasta convertirse en leyenda.

El primero de ellos fue de carácter personal, dejando en junio de 1984 el club en el que dio sus primeros pasos, el Gimnàstic de Manresa, para irse a La Masía, algo que le cambiaría por completo la vida. Y no sólo porque le permitió pulir su tremenda visión de juego, iniciando una carrera meteórica que le llevaría al primer equipo en poco más de seis años, sino porque de esta forma tomó contacto con una filosofía futbolística que ya no iba a abandonar jamás.


En ello también influyó de manera decisiva la presencia de Johan Cruyff al frente del banquillo azulgrana. No en vano, el holandés apostó por él como una de las piezas básicas de su ‘Dream Team’, convirtiéndolo casi en una auténtica prolongación suya sobre el terreno de juego. Así, producto de esa simbiosis, el Barcelona se convirtió en la primera mitad de los 90 en uno de los mejores equipos de la historia, ganándolo prácticamente todo.

De este modo, Guardiola atesoraba en su palmarés cuatro Ligas, tres Supercopas de España, una Champions y una Supercopa de Europa antes de cumplir los 25 años. A esto, habría que sumar también el Oro Olímpico que ganó con la selección española en los Juegos de Barcelona. En poco más de una década, había cumplido su sueño, aunque aún le quedaba por delante muchísimo camino por recorrer, superando, incluso, sus expectativas más optimistas.
 

Porque pese a la marcha de Cruyff al final de la temporada 95/96, Pep continuó siendo fijo para su sucesor, Sir Bobby Robson. Para ello, basta recordar que en la primera campaña del británico como míster culé él jugó más partidos que nunca, contribuyendo decisivamente en la consecución de la Copa, la Supercopa de España y la Recopa. Aunque al año siguiente, con la llegada de Louis Van Gaal, todo pareció torcerse.

Una importantísima lesión le mantuvo en el dique seco durante prácticamente todo el curso, dejándolo sin acudir al Mundial de Francia 98 y convirtiendo en anecdótica su aportación a aquel equipo que logró la Liga, la Copa y la Supercopa de Europa. Afortundamente para él, sí pudo resarcirse en la 98/99, en la que el ‘Barça de los holandeses’ ganó de nuevo la Liga con él de ‘timonel’. Poco o nada podría imaginar entonces que ese sería su último título vistiendo la elástica azulgrana.


Porque el equipo se quedó en blanco durante las dos siguientes temporadas, algo que, pese a que continuase siendo un habitual en el once, quizás tuvo un peso decisivo para que en abril de 2001 anunciase que continuaría su carrera en el extranjero. Atrás dejaba el récord de haberse convertido en el futbolista, junto a Busquets, con más Ligas ganadas en la historia del club, seis, y un total de 379 partidos disputados; números que le convertían en una auténtica institución en el club.

Así, inició una aventura en el Brescia italiano en la 01/02, completando una buena campaña, aunque otra lesión le impidió estar en el Mundial de Corea y Japón. Pese a ello, la Roma se fijó en él, pero sus desavenencias con Capello le enviaron de vuelta a su anterior equipo en el mercado de invierno. Para entonces, ya se había visto salpicado por un caso de dopaje del que sería absuelto años después. Aunque puede que aquella polémica le animase a cambiar de aires en 2003, marchándose al Al-Ahli de Qatar.


Allí permaneció dos años, hasta que en diciembre de 2005 se enroló en el Dorados de Sinaloa mexicano, donde se retiraría a mediados de 2006. A partir de ahí, se centró en prepararse como técnico, una faceta en la que podría estrenarse muy pronto. Concretamente, el curso siguiente, cuando el Barcelona le ofreció hacerse cargo del primer filial, al que ascendió de Tercera a Segunda B.

Este hecho no pasó para nada desapercibido para la directiva, que tras la marcha de Frank Rijkaard le ofreció el banquillo barcelonista. Y entonces, dejó de ser una institución para convertirse en leyenda. Primero, deshaciéndose de viejos ídolos del club como Ronaldinho o Deco, que ya ofrecían más problemas que solucionea, apostando decididamente por jóvenes valores de la cantera como Busquets o Pedro como relevo. Después, reformulando el estilo de juego del equipo, basándose en el fútbol del ‘Dream Team’ de Cruyff, basado en el toque y la búsqueda de espacios, perfeccionándolo y llevándolo a su máxima expresión.


La consecuencia, es sabida por todos. La escuadra azulgrana inició su mayor época de esplendor, firmando en cuatro temporadas la friolera de tres Ligas, dos Champions, una Copa del Rey, dos Supercopas de Europa, dos de España y dos Mundialitos. A esta cuenta podría sumarse también la final del ‘Torneo del KO’ que aún debe de jugar el equipo el próximo 25 de mayo, frente al Athletic, así como también, pese a no ser títulos, las goleadas firmadas frente al Real Madrid por 2-6 y 5-0 en la 07/08 y 10/11 respectivamente.

Pero, mientras tanto, el desgaste físico y, sobre todo mental, ha ido haciendo mella en él, algo que se ha notado, y de qué manera, tanto en su aspecto como en las prestaciones de sus hombres, que esta temporada han estado por debajo de las expectativas. Por este motivo, Guardiola ha decidido poner fin a su etapa al frente de la nave catalana, dejándola en manos de su socio, Tito Vilanova, que tendrá a partir de junio la difícil tarea de mantener e intentar estar a la altura de su legado.
 

Queda la incógnita de saber cuál será su futuro. Algunos apuntan a que podría estar como seleccionador inglés. Otros, miran a Qatar. Sea cual sea, podrá llegar presumiendo de que ha dirigido ya al mejor equipo de la historia, ganándose por derecho propio, un sitio en el Olimpo del fútbol. Porque, qué poquito se podía imaginar aquel pequeño recogepelotas de los ochenta que, en apenas un par de décadas, su nombre pasaría no sólo a la posteridad en el Camp Nou, sino a la del fútbol en general.
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