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El triste final de un auténtico superviviente

Written By J. Julián Fernández S. on lunes, 16 de abril de 2012 | 17:58


En el fútbol, más allá de lascifras mareantes y ‘galacticos’ multimillonarios, existen vidas dignas de mención y que, desgraciadamente, sólo salen a la luz en circunstancias trágicas. Es el caso de la de Piermario Morosini, jugador de la Serie B italiana que nos abandonó el pasado sábado, tras sufrir un infarto fulminante durante el Pescara-Livorno. Fue el peor epílogo posible para su historia, que estuvo marcada por la tragedia y en la que, a base de golpes, se había convertido en un auténtico superviviente.

Pero como se trataba de un ‘currito’ del balompié, uno de esos futbolistas cuya trayectoria siempre fue ajena a los focos y los grandes equipos, pocos conocían de su existencia y el modo en el que el destino se había cebado con él desde bien temprano. De hecho, cuando apenas era un joven quinceañero que buscaba abrirse camino en las categorías inferiores del Atalanta se quedó prácticamente sin familia en el plazo de apenas dos años.


Primero, en 2001, su madre falleció de manera prematura, un golpe que su hermano jamás pudo superar, hasta el punto de que terminó suicidándose pocos meses después. Ya en 2003, su padre moría, dejándolo huérfano y a cargo de su hermana Carla María, que sufre una gravísima deficiencia psíquica desde su nacimiento. Pero, lejos de achantarse por esta serie de reveses, Morosini sacó fuerzas de flaqueza y siguió adelante.

De hecho, en la 04/05 llegó a coquetear con el primer equipo del Atalanta, llamando incluso la atención del Udinese, que se hizo con sus servicios en la modalidad de copropiedad. Así, se encontró con la gran oportunidad de su vida, enrolándose en las filas de uno de los grandes de Italia, donde podría demostrar que tenía cualidades de sobra para labrarse un nombre en este deporte. Pero la suerte, tan caprichosa como siempre, volvió a darle la espalda.


Apenas disputó seis encuentros en aquella campaña, cinco de Liga y uno de la UEFA, y pese a que llegó a debutar con la selección ‘azzurra’ sub 20, jamás consiguió hacerse un sitio en el conjunto ‘bianconero’. Por ello, inició en la 06/07 su rosario de cesiones en busca de minutos y oportunidades, comenzando por el Bolonia, donde comenzó a asentarse en el centro del campo casi a la misma velocidad en la que se convertía en un fijo para la sub 20.

Tras aquella experiencia, le tocó volver a hacer las maletas, poniendo rumbo al Vicenza, donde, probablemente, vivió la mejor etapa de su carrera. No en vano, allí pasó dos temporadas en las que se convirtió casi en indispensable. Incluso, jugó con Italia la Eurocopa sub 21 de 2009, disputada en Suecia y en la que el combinado transalpino llegó hasta las semifinales. Con todo ello, parecía que Morosini por fin despegaba, aunque las cosas volvieron a torcerse muy pronto.


Porque el Udinese volvió a probarlo durante aquel verano, decidiendo finalmente que todavía estaba demasiado ‘verde’, por lo que era necesario que continuase ‘fogueandose’ en la Serie B, tal y como había hecho en años anteriores. De este modo, primero fue cedido a la Reggina, donde, pese a convertirse en un auténtico habitual en el once inicial, sólo permaneció hasta enero de 2010. Entonces, se marchó al Pádova, equipo en el que siguió reivindicándose a base de minutos y buenas actuaciones.

Quizás por eso, su club decidió contar por fin con él, llegando a darle ficha. Aunque, una vez más, fue un espejismo. De nuevo, siguió sin contar, hasta el punto de que apenas jugó dos partidos de Copa, lo que motivó que en el mercado invernal volviese a marcharse cedido, curiosamente, a un equipo que le traía grandísimos recuerdos: el Vicenza. Allí, se repitió la misma historia: aprovechó la oportunidad, se convirtió en indispensable y mostró sus credenciales para jugar en la Serie A.


Pero, como siempre, llegó el verano y su nombre volvió a estar en la lista de transferibles. Así, por enésima vez, el Udinese lo mandó a otro conjunto, en este caso, el Livorno, donde le había costado más de lo habitual ganarse el puesto, aunque, poco a poco, lo estaba consiguiendo en las últimas jornadas. Hasta que la muerte le sorprendió a la media hora del encuentro del pasado sábado, cuando se desplomó y, tras varios intentos por reanimarlo, falleció camino del hospital.

Para él no hubo una segunda oportunidad como para Muamba o Miguel García, quienes pasaron por un trance similar y terminaron regateando a la ‘guadaña’. Su estrella se apagó tras años trabajando duro para que brillara y sin que apenas nadie lo hubiese notado. Atrás dejaba miles de sueños por cumplir y una pregunta ¿quién cuidaría de su hermana Carla María?


Afortunadamente, ya hay respuesta. Porque tanto el capitán del Udinese, Antonio di Natale, como el Atalanta, club en el que se crió Morosini, están movilizando a todos los equipos de Italia para que no le falte de nada, costeándole cuantos tratamientos fuesen necesarios. Al menos, en ese aspecto, parece que sí ha querido sonreirle la suerte, esa que le dio la espalda durante prácticamente toda la vida, llevándolo incluso al ‘otro barrio’ pese a ser un auténtico superviviente.
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